jueves, 16 de abril de 2009

El tragaluz

Después de años vuelvo a ver en teatro " El tragaluz ", de Buero Vallejo, cuya obra conozco bastante bien. El grupo que interpretaba la obra es nivel aficionados, de la Escuela de Teleco. Se necesita tener mucha audacia para poner en escena esta obra otorgando tintes cómicos a dos de los personajes, cuando ninguno de ellos lo tiene; todo lo contrario, los padres de los protas están revestidos de esa fatalidad que caracteriza a los personajes de Buero. Pero el público se partía de risa con sus diálogos, parecían de "Escenas de Matrimonio"; ellos no tienen la culpa, es una dirección equivocada.
Paloma Pedrero, gran amiga mía con la que me une un especial vínculo, autora teatral y discípula de Buero, se pone histérica cuando alguien adapta una obra suya y le otorga a sus personajes un barniz diferente a lo que está escrito, pues el texto se desvirtúa y el sentido de la obra no llega al espectador. La adaptación que hemos visto esta tarde debería cambiar muchas cosas, entre otras, la puesta en escena y los pequeños detalles. No se puede tolerar que el padre, que recorta compulsivamente postales y cualquier cosa que pilla, se ponga a recortar publicidad de ... " Chanel"... se supone que estamos en los años de posguerra.
Llama sin embargo la atención el trabajo actoral de todos los intérpretes en general ( hecha la salvedad de la equivocación de los personajes), y de uno en particular. Tenemos un buen actor en ciernes, es un estudiante de arte dramático que se enfrenta al texto de Buero con la lozanía que le dan su juventud y sus ganas. Sorprende la estupenda proyección de la voz y la forma en que la imposta; sabe hacerlo y se le nota el trabajo actoral que aprende a diario en su escuela. Claro que es joven y le queda mucho camino por recorrer, pero no coge atajos y va por donde debe. Tiene presencia y mucho lustre en escena. Yo me alegro mucho de haberle visto y de volver a escuchar textos de Buero Vallejo, aunque haya sido con risas de fondo que no venían a cuento.
Julio, que así se llama el aludido, levanta la obra él solito y es, además, un gran entendido en cine. Se lo curra, tiene madera y ojalá le vaya muy bien.

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